Camino hacia
la Libertad
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— Qué oprimido me siento cuando me pongo a pensar en
los días largos que me esperan para salir de la esclavitud en que me he
metido, tratando de salir adelante con todas las cosas que me he impuesto,
para obtener lo que me va a servir para caminar libremente pensando sólo en
distraerme sin que nada me ate, así las penas y pesares se alejarán de mí y
por fin podré reír y cantar y ser feliz sin tener ninguna obligación que me
quite el sueño. ¿No crees, Franco, que esto será muy bueno para mí cuando me
llegue este gran día?
— Pues no creo –le contestó Franco–, porque esto no
es así, ya que lo que verdaderamente te ata son otras cosas que no te dejan
ser feliz. Tavo, al escucharlo, con un gesto poco amigable, le dijo: — Anda,
tú qué sabes, por eso te veo siempre con cara de aburrido. — Será tu parecer
porque yo jamás me aburro –le contestó Franco–, como se ve que no tomas en
cuenta las cosas que hago, porque no conoces el verdadero valor que éstas
significan. — Bueno –le respondió Tavo–, para mí la diversión es lo más
importante, porque esto es lo único que no te esclaviza. — Pero Dios no te ha
dado dones sólo para que te diviertas, ¿no crees? Piensa, porque esto no es
así –le volvió a decir Franco. Tavo, insistiendo en pensar en forma muy
egoísta, le contestó: — Realmente, yo sí quisiera hacer lo que me venga en
gana y poder gozar libremente del sol, de los paseos o quedarme en casa disfrutando de un
rico helado y viendo películas, o sencillamente dormir sin pensar que tengo
que levantarme temprano porque tengo obligaciones que cumplir. ¿Acaso esto no
es libertad de hacer lo que a uno le venga en gana? — Bueno –le contestó Franco–,
el hombre es libre desde el momento que Dios lo dejó a su libre albedrío,
dándole la facultad de ver lo que era bueno y malo para él, pero
lamentablemente, muchos escogen lo que no les conviene para su alma y
terminan por hacer abuso de la libertad. Y no quisiera que a ti te suceda
esto. ¿Por qué, pues, no aprendes a discernir lo que va a ser bueno para ti?
— La verdad no me interesa –le dijo Tavo–, mejor no me hago problemas,
hablemos de otra cosa. ¿Qué te parece si damos un paseo y mañana vengo a recogerte
temprano para ir a pescar? — Estupendo –le contestó Franco–, la pesca a mí
siempre me ha fascinado. Y mientras hablaban y se ponían de acuerdo, se
despidieron. Al día siguiente, como era de esperar, Tavo, con una gran
sonrisa, se presentó en la casa de Franco. Cuando lo vio, le dijo: — Vamos,
apúrate pues no deseo que mi domingo termine ni termine nuestra juventud,
felizmente aún somos muy jóvenes para gozar de lo que queramos. — Ah, eso sí,
¿y qué hay si no vamos?, –le dijo Franco–, pensando en analizar lo que le
contestaba. — ¿Qué hablas?, –le dijo Tavo–, o acaso estás delirando, pues
apúrate y vamos si no quieres verme apesadumbrado y aburrido. Franco, viendo
su desesperación por escapar de sus reprimidas emociones, le contestó: —
Cálmate, amigo, sólo bromeaba. Y sonriendo, le dijo: — Ya, coge tu mochila y
vamos. Y así lo hicieron; en el camino Tavo, saltando y cantando con una
alegría momentánea, dijo: — Esta es la única libertad que yo aprecio en mi
vida, porque así uno se olvida de las preocupaciones, de los tormentos y de
los malos momentos, que aparecen cuando menos se espera. — Y te entiendo –le
dijo Franco–, sólo que no tomas en cuenta que hay situaciones mayormente
apreciadas, que conducen a que uno pueda vivir también con alegría y con libertad
y no precisamente es la diversión. Y no creo que esto lo tomes en cuenta,
porque lo que predomina en ti egoístamente, es sólo divertirte aunque por
ello otros se perjudiquen. — ¿Se perjudiquen?, –le contestó Tavo–. ¿Y por qué
se habrían de perjudicar por mis diversiones? La verdad que no te entiendo,
creo que estás hablando ya demasiadas tonterías. Franco le dijo: — Te voy a
poner un ejemplo; qué pasaría si alguien que necesita urgentemente que lo
saques de un apuro, justamente, cuando te vas a ir de paseo, ¿qué le dirías?
Tavo le contestó: — ¿No te parece que ese sería su problema? ¿Por qué, pues,
perjudicarme precisamente con lo que más me gusta, la diversión? Pues no
dejaría la libertad de poder elegir lo que me agrada por nadie. Franco le
respondió:
— Qué egoísmo
tan grande el tuyo, de pensar solamente en tu persona sin que nada te
importe. ¿No te das cuenta, acaso, que hay circunstancias en que tenemos que
escoger lo que es prioridad? Pero claro, cómo te vas a dar cuenta de esto, si
el egoísmo es el que te mantiene adormecida la conciencia para que no puedas
actuar reflexivamente.
— Y si así
fuera –le contestó Tavo–, ¿qué puedo hacer? Aunque no quisiera escuchar nada
que vaya en contra de mis propios intereses, porque estaría alejándome de la
libertad que compraría a cualquier precio. — Sí sé que lo harías –le dijo
Franco–, pero la libertad de la cual te hablo, no se puede comprar porque
viene como una gracia del cielo, ¿comprendes? Todo en la vida tiene sus pros
y sus contras, y la diversión sana también es buena porque no sólo alegra
sino ayuda a liberar tensiones, pero si sólo se piensa en ella, esto no ayuda
a que uno madure. — Y si esto es así, ¿cuándo seré libre? ¿Será que tengo que
recapacitar con otro juicio? Franco le dijo: — Así es, y cuando eso te suceda
dejarás ya de estar atado a tus deseos y a tus múltiples apegos. ¿Te das
cuenta por qué no puedes ser libre, si en tu interior llevas esta cautividad
que no deja que te muestres tal como eres? Porque podrás viajar y conocer el
mundo entero y ganar dinero a manos llenas, contar con muchas amistades,
tener grandes paseos y diversiones, pero no serás libre mientras te ames a ti
mismo y a donde vayas te acompañará siempre la tristeza, porque habrá un
vacío en ti que no lo podrás llenar con nada, a no ser que dejes el egoísmo a
un lado para que puedan aparecer en tu corazón actitudes más amorosas y
fraternales, sólo así podrás llenar el vacío que veo en tus ojos porque
vivirás no tanto para sí mismo sino también para los demás. ¿Y sabes? Es el
amor que transforma al hombre dándole la libertad de poder actuar sin apegos,
tal como lo hace el ego, que no sabe otra cosa que amarse a sí mismo aunque
viva encadenado a sus propias pasiones. ¿Comprendes ahora lo que te digo?
Porque tú eres bastante egocéntrico. — Bueno –le dijo Tavo–, después de todo
lo que me has dicho creo que lo soy, es más, ya me estoy sintiendo un poco
mal y quien sabe esto sea lo que me tiene viviendo con muchos pesares. ¿Y
cómo hacer, entonces, para que sea cada vez más libre de mí mismo? Franco le
contestó: — Tendrás que meditar mucho para que comiences a vivir libremente y
no bajo el yugo de tu propia concupiscencia. Cuando esto te suceda, habrás
abierto la puerta de tu corazón que te conducirá con libertad para poder
actuar con benevolencia y equidad. Mira, llegamos, el sol ilumina el mar y en
la orilla hay gaviotas que caminan libremente. — Sí –le dijo Tavo–, y son
muchas. Y mientras hablaban vieron a unos jóvenes que se disponían a pescar,
de repente uno de ellos resbaló y se torció el tobillo. Tavo, al mirar
alrededor de donde se encontraba el joven tirado y boca abajo, no pensó dos
veces en auxiliarlo, igualmente lo hizo Franco.
Y en tanto se
demoraban buscando un centro hospitalario cercano al lugar donde se
encontraban se pasó el tiempo, pero lograron encontrarlo y el joven fue
atendido de inmediato, y viendo que ya era tarde para continuar con lo
planeado decidieron regresar a sus hogares. — Pero no importa –dijo Tavo muy
complacido–, porque hemos hecho una buena acción. Y continuó: — ¿Sabes,
Franco? No he tenido la alegría de poder gozar del día pescando como me
gusta. Pero acabo de conocer una alegría diferente que no se va de mi alma.
¿Será que ésta viene por haber ayudado al joven? Porque no sólo me he sentido
alegre sino que ya no siento nada que me oprima por dentro, y percibo algo
así como una especie de liberación. ¿Será ésta la libertad de la cual me
hablas? — Así es –le respondió Franco–, ¿y sabes por qué te ha sucedido esto?
— ¿Y cómo saberlo?, si me falta todavía ver más claro. — Sí, lo sé –le dijo
Franco–, pero te he hecho esta pregunta para que pongas más atención en lo
que te voy a explicar. Lo que te ha sucedido, es que como has empezado a
liberarte del ego que te ha tenido esclavizado y sometido a sus caprichos, al
salir de ti lo que pudo actuar en tu ser fue tu esencia, la cual es
espiritual y por eso pudiste actuar libremente sin que nada te oprima. Ahora
vivirás liviano y sin carga alguna. Tavo le respondió: — Sí, y esto debe ser
verdad porque me siento con más vida y también ligero, como que una pesada
carga se ha desprendido de mí. — Así es –le volvió a decir Franco–, y dentro
de muy poco tu libertad interior te hará vivir con alegría constante, y tus
penas y pesares se alejarán por siempre ya de ti. Tavo, al escucharlo, le
dijo: — Si es así, entonces, creo que también dentro de muy poco me estará
llegando el gran día de la liberación y por fin seré libre y feliz. Gracias
amigo, lo que has hecho por mí no tiene precio. — Si para eso estoy –le dijo
Franco–, y lo hago con mucho cariño. Tavo le dijo: — ¿Sabes, Franco? Aunque
deje de verte, siempre te tendré presente en mi corazón. — Y yo también,
amigo –le contestó Franco. Y lo abrazó con mucho afecto.
Luisa Cabero Cabieses. Escritora Peruana. Cuento
sobre la verdadera libertad interior.
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Contesta:
¿Qué diferencias
observas entre la libertad del ego y la libertad interior?